Tuesday, August 12, 2008



La sala común de Gryffindor estaba prácticamente vacía a aquella hora de la mañana. Era la víspera de Navidad y los carruajes que llevarían a los alumnos de Hogwarts a tomar el Expreso de Hogwarts rumbo a las vacaciones de invierno partirían en pocos minutos. Sentada en un sofá en el rincón de la sala, se encontraba una joven pelirroja. El cabello encaracolado se encontraba recogido en un moño. Usaba un suéter rojo, unos pantalones claros y zapatillas de tenis. Estaba levemente inclinada hacia atrás, con las rodillas dobladas y un libro apoyado sobre ellas, ajena a todo a su alrededor.

Un muchacho alto y moreno, de brillantes ojos azules, se acercó a ella. Tomó una silla y se situó bien frente a ella, sentándose enseguida. La observó por unos segundos, hasta que la joven desvió su atención del libro, mirándolo.

—Sirius, desembucha ya. ¿Qué quieres?

Él esbozó una amplia sonrisa y, con la expresión lo más inocente que pudo, respondió:

—¿Yo? Naaada... sólo estoy matando el tiempo.

—Te conozco, Sirius... sabes que ese golpe tuyo de conquistador barato no funciona conmigo —replicó ella, fingiendo estar enfadada, pero divirtiéndose con la situación.

El joven se llevó teatralmente las manos al pecho, simulando estar inmensamente mortificado con las acusaciones que la moza le dirigía.

—¡Qué mala opinión tienes de mí, Elizabeth! Somos primos, nunca usaría mi encanto natural para aprovecharme de ti.

Ella rió, pero continuó mirando al joven Black de forma inquisitiva.

—Está bien, lo confieso... —dijo él, resignado—. Quería saber si podías prestarme tus apuntes de Historia de la Magia. Estoy atrasado con la materia desde mi último castigo y Remus no me los quiere pasar. Dice que así quién sabe si comienzo a tener juicio.

—Pobre Lupin, está completamente equivocado. Nunca vas a tener juicio... Está bien, te los prestaré... no quiero que después vengas a quejarte de que soy la responsable de tu ruina académica. Y hablando de Remus, dónde está el resto de los “Cuatro Caballeros del Apocalipsis” —preguntó Betsy de forma provocativa. Sabía que su primo detestaba el apodo que ella le había puesto a él y a sus amigos.

—Merodeadores, Betsy, por favor, preferimos ser llamados los Merodeadores.

—Lo sé —dijo ella, sonriente—, pero creo que los Cuatro Caballeros del Apocalipsis es más apropiado, ya que son expertos en traer el caos a la escuela.

—Sólo lo hacemos por diversión —respondió Sirius, sin esconder una punzada de orgullo en su voz al oír las palabras de Betsy sobre la tan aclamada fama de camorrero que él y sus mejores amigos compartían—. Pero respondiendo a tu pregunta, Remus fue a la biblioteca a devolver algunos libros antes de irse. Y Peter está haciendo el equipaje.

—¿Y James?

—No irá a casa, está castigado.

—¿Y tu no estás con él? —preguntó ella, sorprendida.

—No, esta vez él se regaló solito. Se metió en problemas gracias a Evans.

Sirius no pudo evitar dejar escapar una sonrisa en sus labios. Elizabeth también sonrió, comprendiendo. Era pública y notoria la relación amor y odio que tenía esa pareja, por lo tanto, la “otra” pelirroja de Gryffindor no podía dejar de compartir el mismo espíritu bromista que su primo demostraba al mencionar a James y a Lily.

—¡Esos dos van a terminar casándose algún día! —dijo ella, divertida.

Sirius sonrió, asintiendo con la cabeza. Sabía que si dependiera de su amigo, apenas terminara el Baile de Graduación, arrastraría a Evans derecho al registro civil más próximo para celebrar la boda, y muy posiblemente justificaría todavía que ya estaban vestidos para la ocasión y no necesitarían preocuparse por el vestido de novia o los trajes de novio y padrino.

Interrumpió sus pensamientos al notar que Betsy lo miraba curiosa. Creyó mejor cambiar de tema. A Cornamenta no le gustaría que alguien, aun siendo alguien confiable como Elizabeth, supiese de sus locos planes de boda. Si de alguna manera Lily se enteraba que Potter consideró esa posibilidad demente, James sería hombre muerto. O mejor dicho, él y Sirius, porque Evans mataría a Potter, pero antes ciertamente le haría picadillo al buen y viejo Canuto.

—¿Y tú, no vas a pasar la Navidad en Casa? Mencionaste que tal vez tus padres te invitarían a pasar las fiestas —preguntó el muchacho, cambiando de tema.

—Es verdad, pero cambiaron de planes a última hora —respondió Elizabeth, tratando de disimular la decepción que aún le corroía—. Mamá decidió ir a Moscú a visitar a la tía Betelgeuse. Bien que podría quedarme con Aldo, pero no quiero estorbarlo, la cosa está bien fea allá afuera y está teniendo mucho trabajo en el Ministerio. Pero como Mari también va a quedarse aquí, así que no tengo problema. Sólo Maxie está algo molesto, quería que yo fuera a Irlanda también y me quedara en casa de los Lecter, pero me rehusé.

Sirius asintió, encontrando la actitud de Betsy bastante sensata.

—Hablando de eso, hace un buen tiempo que quería hablar contigo sobre tu compromiso con Sinn, pero no tuve oportunidad —comenzó él, serio.

Elizabeth se enderezó en el sofá.

—¡Oh, por favor, Sirius, no me vengas también a preguntar si estoy haciendo lo correcto! Ya me basta con Aldo y con Mari...

El moreno cruzó los brazos. Marion tenía razón, hacerlo sería más difícil de lo que podía imaginar. Pero ahora que tocó el tema, iría hasta el fin. Hacía mucho había notado la verdadera razón que llevó a su prima a aceptar una situación tan absurda como ese enlace con Maxwell Sinn. Elizabeth necesitaba escuchar algunas verdades, verdades que tal vez sólo él podría decirle ya que, al fin y al cabo, Sirius había descubierto que él y Betsy no eran tan diferentes como él había creído en todos estos años.

—¡No, no voy a preguntarte nada, porque estoy seguro de que estás haciendo lo peor en tu vida! —dijo—. Puedo no ser tan cercano a ti como Aldebarán o Peterson, pero eres mi prima, y también una persona estupenda, una rareza dentro de nuestra familia. Y no puedo simplemente dejar que te cases sin tratar de abrirte los ojos.

—Sólo estás diciendo eso porque Maxie es de Slytherin, y sé la tirria que les tienes a los integrantes de esa Casa... me basta con ver la forma como tú y James tratan a Snape. Parece que el cerebro de ustedes dos se derrite cuando se acercan a él —le espetó Elizabeth de forma explosiva, levantándose del sofá, con el rostro enrojecido como reflejo de la perturbación que las afirmaciones de Sirius desencadenaron.

—Oye, eso no tiene nada que ver —continuó Black, que permaneció tranquilamente sentado en la silla—. Hasta admito, aunque no lo creas, que Sinn no es el peor integrante de Slytherin que existe, pues quitando ese airecito arrogante y su prejuicio contra los hijos de muggles, hasta podría tener salvación. A pesar de que lo dudo mucho. Pero él no es la persona para ti. Tú eres una chica inteligente e independiente... todo el mundo sabe que quieres ser auror como tu hermano. ¿Crees que casándote con Sinn podrás serlo?

La joven puso los ojos en blanco. Sirius estaba subestimando su capacidad de autoafirmación. Ella era descendiente de un largo linaje de mujeres fuertes, era heredera de las señoras de la Casa de los Thorne y, como sus ancestros, era una señora soberana. Nadie controlaba su vida, a no ser ella misma y las manos que guiaban la roca del Destino.

—Maxie no manda en mí... —respondió ella, decidida.

—¿Será que no? —continuó Sirius, en el mismo tono moderado que adquirió desde el inicio de la conversación—. Todo lo que Sinn quiere es una muñeca a su lado, para exponerla a sus amigos de la alta sociedad... Y admitamos la verdad, Betsy, no estás prometida con él porque lo amas.

—¿Y por qué sería entonces, Sirius? Ya que sabes tanto, ¿me puedes decir por qué? —dijo Elizabeth, en un tono demasiado irónico que rara vez utilizaba.

—Es tan obvio, Betsy. Para agradar a tus padres. Apuesto a que la prima Marguerite te está tratando con mucha más amabilidad desde que comenzaste a salir con Sinn. Pero te voy a decir una cosa: no va a resultar, ¿sabes? Vas a arruinar tu vida y ser infeliz, pero nunca será suficiente para agradar a tus padres.

Elizabeth sintió el estómago revolvérsele. La ira fue sustituida por un sentimiento de tristeza, por un vacío inconmensurable. Era como si un agujero negro hubiese sido repentinamente abierto en su pecho y ella fuera arrastrada hacia él. Necesitaba aferrarse desesperadamente a un hilo, aunque mínimo, de las afirmaciones que había construido dentro de ella.

—Estás equivocado, no es nada de eso...

—¿Ah, no? Nuestras situaciones no son tan diferentes. Yo también pasé por humillaciones y ofensas dentro de mi propia casa cuando fui seleccionado a Gryffindor. Mi querida madrecita nunca me perdonó por arruinar el nombre de los Black cuando no entré a Slytherin. En eso ella y la prima Marguerite son muy parecidas... Lo que quiero decirte es que comprendo exactamente cómo te sentiste durante todos estos años, y llegué hasta a pensar en optar por la solución más fácil como tú. Pero me di cuenta que sólo me estaría mintiendo a mí mismo. Y eso es exactamente lo que estás haciendo tú, prima.

—Basta, Sirius, basta de decir idioteces —los ojos de Elizabeth comenzaron a llenarse de lágrimas—. ¡No soy tú! No sabes nada de mí...

—Sí que sé, Betsy, sé que si insistes en continuar mintiéndote a ti misma, sólo vas a empeorar las cosas. Debo irme a despedirme de Remus y de Peter ahora, pero piensa bien en lo que acabo de decirte.

La joven Black-Thorne no esbozó ninguna reacción ante la partida de su primo. Sólo dejó que las lágrimas descendieran libremente por su rostro. Cuando la sala común volvió a quedar nuevamente vacía, lanzó con fuerza el libro que tenía en sus manos en dirección donde había estado el muchacho antes.

—¡Idiota! Él no sabe nada, nada de nada. Quiero a Max. Tengo que querer a Max. No tiene nada que ver con ella... no tiene nada que ver con mi madre... —dijo, tratando de convencerse a sí misma. Pero era demasiado tarde, Sirius había logrado acabar con la seguridad que ella había alimentado por tanto tiempo sobre lo que estaba haciendo.



Monday, August 04, 2008



Fuera de las horas de las comidas, el Gran Comedor era reducto de varios estudiantes, especialmente de los de quinto y séptimo año, que se preparaban con ahínco para los exámenes de los TIMOs y los EXTASIS a los que serían sometidos al final del año escolar.

Sentada en la punta de la mesa de Gryffindor estaba una joven de cabello bermejo, rodeada de dos enormes pilas de libros. Elizabeth Black-Thorne nunca había sido una estudiante compulsiva, era una alumna aplicada y generalmente sacaba buenas notas, pero nunca dejaba, ni siquiera en la época de los TIMOs, que el estudio controlase su vida. Con todo, los EXTASIS se estaban acercando y ella sabía que tenía que esforzarse el doble de lo normal. Era imprescindible que sacase excelentes notas en los exámenes, de lo contrario le sería imposible realizar el sueño de volverse auror. La Academia había vuelto los exámenes de admisión menos rígidos dada la gran necesidad de aurores en trabajo de campo, pero eso no era garantía de que Betsy consiguiera ser aprobada. Sentía que no podía ser menos que la mejor en el trabajo al cual se proponía ejercer por el resto de su vida.

Inmersa en una revisión de Transformaciones, la joven sólo se dio cuenta de la cercanía de su prometido cuando los labios de Maxwell rozaron levemente su rostro.

—Deberías descansar un poco, querida mía. Estudiar tanto te va a enfermar... Además, los EXTASIS son recién en junio. Tenemos un poco más de seis meses por delante.

—Tienes razón —dijo Elizabeth, frotándose los ojos y estirándose—. Hoy ya di lo que tenía que dar. Sólo termino este capítulo y me voy al área de Gryffindor a acostarme.

—¿No vendrás a la reunión de Slughorn conmigo? —preguntó el moreno.

Betsy frunció el ceño. Se había olvidado completamente de la reunión. Y, para ser sincera, no estaba con el mejor de los ánimos para ir al Club Slug. Su paciencia para las frivolidades y etiquetas sociales que la ocasión demandaba era mínima esa noche. Estaba completamente exhausta y todo lo que deseaba era el confort de su cuarto.

—Hoy paso, Maxie. No te importará ir solo, ¿verdad? —respondió ella, besando suavemente el rostro de Maxwell.

—Siempre que aceptes mi invitación para pasar las fiestas conmigo en Irlanda. Ya te dije que Stan insistió en que compareciéramos al gran baile de Navidad que su familia organiza anualmente, y dijo además que se alegraría mucho que extendiéramos nuestra estadía por el resto de las vacaciones.

Elizabeth se mordió el labio inferior, como hacía siempre que se ponía nerviosa. Nuevamente le venía Max con esa invitación para pasar la Navidad en casa de Stanford Lecter. Ya bastante le era soportar a ese sujeto pomposo y arrogante en el Club de Duelos. Era verdad que Lecter había amainado un poco su pose de pavo emplumado en el club desde que Kamus lo masacró tan avasalladoramente cuando cruzaron varitas. Hasta había pasado a seguir atentamente las instrucciones de Betsy en los duelos en parejas, pero ni por eso había dejado de martirizarla con su actitud altiva y sus comentarios jocosos y prejuiciosos. Por lo tanto, no dejaría que ese irlandés engominado le arruinase también las fiestas de fin de año. ¿Pero cómo decirle eso a Maxwell sin herir sus sentimientos?

—Maxie —comenzó ella, de forma tímida y suave—, pensé mucho sobre tu invitación, pero creo que es mejor rechazarla. Marion va a pasar la Navidad en la escuela. Es nuestro último año aquí, no creo que sea justo dejarla sola, no después de haber pasado tantas Navidades en casa de sus padres. Además, ya tendremos otras oportunidades de ir juntos al baile de los Lecter, ¿no?

El moreno se sorprendió ante la respuesta de Elizabeth, pero no dejó que la rabia ni la decepción se transparentaran en su rostro. Hasta ese momento había estado seguro de que la joven aceptaría la invitación. Desde que Stan pasó a espiarla en el Club de Duelos, escuchando las conversaciones de ella con sus compañeros, observándola de cerca, Max adquirió importante información que lo ayudó a manipular a su adorada prometida a gusto. Nunca, en todo el tiempo de noviazgo, Elizabeth había estado tan dócil y obediente y, lo mejor de todo, ella no había notado su sutil sumisión a los deseos del joven Sinn. Por eso Maxwell se sorprendió tanto ante la negativa de su prometida en acompañarlo.

¡Todo por culpa de esa sangre impura! Siempre por culpa de esa desclasificada que se creía digna de ser reconocida como bruja. Esa Peterson era una pésima influencia para su prometida. Era ella quien le ponía esas ideas de plebeyos en la cabeza de Elizabeth.

Max se esforzó por sonreír, cuando en realidad deseaba descargar sobre Betsy la ira que le quemaba las entrañas. Debía contenerse, su relación con ella era un elaborado juego de ajedrez. Un movimiento en falso y él perdería el gran premio: la propia pelirroja que tenía frente a él.

—Bien, querida mía, si ésa es tu decisión, la respetaré. Pero quiero que sepas que te echaré de menos todos los días que pase en Irlanda.

Elizabeth sonrió. Era una verdadera afortunada, Maxwell siempre había sido tan comprensiva con ella. ¿Cómo Aldo y Marion podían dudar de su decisión de casarse con alguien tan amable como él?

—Yo también te echaré de menos —respondió.

Max besó a su prometida en los labios.

—Te dejaré terminar tus estudios tranquilamente para que puedas descansar lo más pronto posible. Buenas noches, mi ángel.

—Buenas noches, Maxie.

Apenas salió por las puertas de roble del Gran Comedor, el joven Sinn dejó caer su elegante máscara y se fue bufando. Necesitaba encontrar una forma de neutralizar la influencia de la sangre impura. Al doblar el corredor se topó con la fuente de sus resentimientos. Marion Peterson venía exactamente en la misma dirección. Nervioso como estaba, Maxwell fue incapaz de contenerse, actuando esta vez por el simple y salvaje impulso, en vez de su acostumbrado juego de disimulos y manipulaciones. Se paró frente a ella, impidiéndole el camino por el corredor.

—¿Será que podrías quitarte de en medio? Betsy me está esperando. No tengo tiempo para perder con tus bromas, Sinn —respondió la negra, impaciente y cruzando las manos sobre el pecho.

El joven sonrió malignamente al ver su nerviosismo. Sintió una punzada de placer al saber que su enemiga se sentía amenazada por su mera presencia.

—¿Tienes miedo, Peterson?

Ésta bufó, poniéndose más impaciente. ¿Quién se creía ese payaso para jugar con ella?

—¿De ti? Qué dices, Sinn. Me inspiras muchos sentimientos negativos: asco, repulsión, despecho, indiferencia... pero puedo garantizarte que ninguno de ellos es miedo.

Maxwell frunció el ceño. Sus ojos se volvieron fríos y penetrantes como la punta de un puñal. La sangre impura estaba muy equivocada si creía que podía subestimarlo de esa forma.

—Pues deberías tenerlo —dijo, acercándose a ella y tomándole el mentón con la punta de los dedos—. Mucho, mucho miedo... Elizabeth es mía, no voy a dejar que nada, ni NADIE, principalmente una sangre sucia como tú, me impida conseguir lo que quiero.

Marion continuó mirándolo sin dejarse intimidar. Estaba a punto de responder a sus amenazas cuando una voz familiar se hizo oír detrás de Sinn:

—¿Todo bien por ahí, Peterson?

Maxwell se volvió, notando que un muchacho tan alto como él, de cabello largo y profundos ojos azules, estaba parado en el corredor. El primo renegado de su prometida: Sirius Black.

—Peterson y yo sólo estábamos conversando, Black. Yo ya estaba de salida. Buenas noches a los dos.

Max pasó frente a Marion rápidamente en dirección a las mazmorras, donde quedaba el área de Slytherin. Cuando notó que el joven estaba lo suficientemente lejos, Sirius se volvió hacia su colega, preguntando:

—¿Qué sucedió en realidad, Marion?

—Lo de siempre —respondió ella, sacudiendo la cabeza—. Sinn vino con siete piedras en la mano sobre mí... aunque...

—¿Aunque qué? —preguntó el joven de ojos azules, excepcionalmente serio.

Marion sacudió la cabeza antes de continuar... estaba buscándole dos cuernos al unicornio... Sinn no sería capaz de lastimar verdaderamente a alguien, ¿no? Su juego era otro, siempre había sido otro... más sutil, más elaborado...

—No sé, Sirius... sólo lo encontré más agresivo de lo usual... sólo eso... pero no creo que tenga coraje de partir a la violencia.

A pesar de las palabras de Marion, Black no lograba creer en esa historia de que Maxwell Sinn era inofensivo. Había convivido muchos años con la labia de ese tipo desde su infancia como para saber que, la mayoría de las veces, los tipos más educados y comedidos eran los más peligrosos.

—Aun así, es mejor que tengas más cuidado de ahora en adelante. ¿Ya le contaste a Elizabeth sobre estas discusiones?

—Lo intenté, una vez... pero Betsy no quiso escucharme... cree que son cosas mías... Simplemente no entiendo cómo alguien tan inteligente como ella se deja enredar por la labia de Sinn... —respondió la joven, con voz cansada.

Muchas veces ella se había preguntado si no estaba peleando una batalla perdida para salvar a su amiga de ese casamiento que sólo le traería a Elizabeth infelicidad y disgusto. Sirius miró a Marion con compasión. Era notorio que ella necesitaba ayuda... ayuda que él mismo había tenido la intención de proporcionársela, pero que se había olvidado.

—Lo peor, Marion, es que sé exactamente por qué Elizabeth actúa así con relación a su prometido. Bueno —continuó el chaval, dejando brotar en sus labios su acostumbrada sonrisa traviesa—, creo que ya es hora de cumplir la promesa que te hice en el tren. Quédate tranquila, apenas surja una oportunidad, tendré una seria conversación con mi prima.






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CRÉDITOS

TRADUCCIÓN:Corina Frasier












Este blog es un fanfiction inspirado en los libros de Harry Potter. Nuestra historia comienza en los años 70, el tiempo de la primera guerra mágica. Nuestros personajes son originales, inspirados por el universo de JK Rowling.

NICHOLAS DANIEL JOHNSON


Escritor muggle de libros de fantasía y ficción. Sus padres, Richard y Mary, eran profesores de literatura inglesa, lo que tal vez haya influenciado a Nicholas en su elección profesional. Ambos murieron en un accidente de tráfico al regresar de una conferencia en una noche lluviosa, cuando Nicholas tenía doce años. Fue criado por su hermano mayor, Robert Johnson.


ELIZABETH ASTREA BLACK-THORNE JOHNSON


Heredera de una ultra tradicional y conservadora familia de magos, los Black-Thorne, Elizabeth nunca aprobó las ideas tradicionalistas de sus padres, siempre entrando en serios conflictos con ellos, especialmente con su madre, Marguerite. Cuando era estudiante perteneció a Gryffindor, hecho que generó una nueva desavenencia entre ella y su familia. Es alegre, valerosa e intrépida. Trata con igual simpatía a muggles, magos y mestizos. Es más, su mejor amiga, Marion Peterson, es hija de muggles. Cuando se graduó en Hogwarts decidió ser auror como su hermano Aldebarán, a quien mucho admira.


ALDEBARÁN AURELIUS BLACK-THORNE


Hijo primogénito de Pericles y Marguerite, Aldebarán siempre tuvo una personalidad introvertida. Raramente sonríe a no ser en presencia de su hermana menor, a quien le profesa un gran amor. No aprueba las ideas de sus padres sobre la pureza racial entre los magos y siempre trata con igual deferencia a muggles, magos y mestizos. Cuando estudiaba en Hogwarts perteneció a Ravenclaw. Es un hombre justo y valiente.


FRIDA WITOSLAWA GRYGIEL


Es una bruja de origen polaco y estudió en Durmstrang de joven. Se mudó a Inglaterra poco después de graduarse. Es una mujer elegante, educada y distinguida.


LUDOVIC SEDARIUS ERÍDANO BLACK-THORNE


Hijo del medio del matrimonio Black-Thorne, Ludovic siempre fue el preferido de sus padres exactamente por ser el único de la prole que aprobaba incondicionalmente las ideas paternas acerca de la purificación de la raza mágica. Perteneció a Slytherin cuando estudió en Hogwarts. Después de graduarse se hizo mortífago. Ludovic es uno de los más inescrupulosos, perversos y amorales siervos de Voldemort y uno de sus principales asesinos y torturadores.


ALEXANDER Y GABRIELA SINCLAIR


Gryffindor en los tiempos de Hogwarts, Alex era conocido por su coraje e integridad. Se volvió auror después de graduarse, pero por amor a su esposa abandonó el empleo y se volvió instructor de la Academia de Aurores. Es uno de los mejores amigos de Aldo.
Gabriela nació en Perú y se mudó a Inglaterra para trabajar con su hermano mayor. Muggle, siempre tuvo dificultades en aceptar y lidiar con el mundo mágico, pues iba en contra del temperamento racional que ella cultivó durante años. Es una mujer cariñosa pero de genio fuerte.


LUCY REINFIELD


Miembro de Hufflepuff en época del colegio, vio a sus padres ser asesinados por mortífagos cuando tenía once años de edad; escapó gracias a que estuvo escondida y su madre logró distraer a los siervos de Voldemort. Sin otros parientes vivos, Lucy pasó a estar bajo la tutela de Bartemius Crouch, amigo de largo tiempo de su padre y que terminó ocupando efectivamente el cargo que sería de Reinfield. Cuando se graduó en Hogwarts, Lucy trató de entrar a la Academia de Aurores, pero suspendió los exámenes físicos. Fue gracias al "tío Barty" que Lucy consiguió el puesto de secretaria en el Cuartel General de Aurores.


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