Una densa bruma envolvía la parte externa de la estación ferroviaria, en una pequeña ciudadela del sur de Escocia. Tres señores vestidos distinguidamente esperaban la llegada del siguiente tren. El primero era alto y tenía el cabello canoso y ojos castaño claros, el segundo era bajo, calvo y gordo, mientras que el tercero, ligeramente encorvado, tenía el pelo completamente blanco y sostenía un libro en las manos.
—¡Por Salazar Slytherin, me gustaría saber qué diablos estamos haciendo aquí en esta estación de tren muggle escondida en donde Merlín perdió el bastón! —exclamó el hombre calvo.
—¿Por qué tanta irritación, Agamenon? ¿Por casualidad todo esto es miedo de que nuestros enemigos nos descubran aquí, aun con nuestros fabulosos disfraces? Por lo menos para eso sirven esos gusanos que el maestro mantiene en las mazmorras: materia prima para pociones multijugos...
—Por favor, primo, deja los comentarios y las provocaciones para otro momento —dijo el canoso—. Respondiendo a tu pregunta, Star, estamos aquí para recibir a una nueva persona. Ella ya servía al Lord en Europa, y como hizo un trabajo excepcional fue convocada a trabajar aquí en Gran Bretaña.
—Aún así, Ivory, no entiendo por qué estamos esperándola en un lugar infestado de muggles, ni tampoco por qué yo estoy aquí con ustedes... Después de todo mi especialidad nunca fue el trabajo de campo, sino el administrativo...
—Vaya, vaya, Agamenon, ¿tienes mejor estrategia para despistar a nuestros enemigos que escondernos en medio de la escoria de animales nacidos sin magia? Y sobre tu presencia aquí, a pesar de que no tienes los mismos valiosos talentos míos y de mi querido primo y prefieras el trabajo administrativo, el maestro cree que puedes ser útil para nuestra actual misión.
—¿Y cómo la nueva sierva nos va a reconocer?
—Con esto —dijo Ludovic, mostrando el libro que sujetaba.
—¡¿“Fausto”?! —exclamó Star, sorprendido—. El maestro sí que tiene un sentido del humor bastante peculiar.
—En realidad la idea fue mía —dijo Black-Thorne, sonriendo maliciosamente.
Agamenon lo miró horrorizado, tratando de imaginar la reacción de Voldemort frente a esa sugerencia.
Rigel miró a su primo y sonrió a medias.
—Te gusta jugar con el peligro, ¿eh, Ludovic?
—Qué dices, querido primo... Al maestro no le importó, muy por el contrario, se rió a carcajadas, contento de ser comparado con Mefistófeles.
El tren arribó a la estación exactamente a la hora indicada. La gente fue bajando de a poco y la última persona fue una bella y elegante mujer rubia de límpidos ojos castaños. Usaba un vestido azul claro y un pequeño sombrero del mismo tono. Se acercó entonces lentamente a los tres señores, diciendo con una voz aterciopelada cargada de un ligero acento polaco:
—Soy Frida Witoslawa Grygiel. Creo que ustedes son mis acompañantes.
—Ciertamente, señorita Grygiel —dijo Rigel, haciendo una ligera reverencia—. Es un placer conocer a alguien de tan distinguido linaje como usted. Yo soy Rigel Ivory, estos son mi primo Ludovic Black-Thorne y Agamenon Star.
Frida los saludó inclinando la cabeza.
—Esta no es la verdadera apariencia de ustedes —sonrió—. Me alegra ver que estoy rodeada de profesionales.
—Sí que es muy perspicaz —continuó Rigel—. Tendrá la oportunidad de conocer nuestras verdaderas formas en la guarida del maestro. Y sin más rodeos, vámonos. El Lord la espera ansiosamente.
La sala de trono del Señor Tenebroso se encontraba parcialmente iluminada por antorchas de llamas verdosas. Era exactamente así como le gustaba a Voldemort, ayudaba a crear un cierto ambiente que el permitía imponer un aura de terror incluso entre sus siervos. Sentía un inmenso placer en ser temido.
De repente la sala se vio invadida por la presencia de cuatro personas más. El heredero de Slytherin los esperaba hacía un buen tiempo. Agamenon Star, Ludovic Black-Thorne, Rigel Ivory y una bella y grácil joven se arrodillaron humildemente frente al trono de su maestro.
Voldemort se levantó y se encaminó hasta la joven. Le sostuvo el rostro con sus manos escuálidas y blancas y la miró con sus fríos ojos rojos. El Señor Tenebroso no pudo dejar de pensar en lo mucho que ella se asemejaba a un cálido y puro ángel. La muchacha no se intimidó, sino que le sostuvo la mirada. Voldemort sonrió.
—Quién podría imaginar que detrás de una cara tan bella y unos ojos aparentemente tan inocentes se esconde una de mis más despiadadas y frías agentes. Mis representantes en Europa me informaron de tus éxitos. Lo que no me sorprende en realidad, dados tus orígenes. Era de esperarse que fueras tan buena en lo que haces, siendo nieta de quien eres. Siendo así te he llamado a trabajar aquí en Gran Bretaña.
—Y aquí estoy, maestro, lista para servirte.
—Yo sé que sí, querida. Pueden levantarse todos —dijo el Señor Tenebroso, regresando a su asiento—. Como dije antes, tus hazañas en Europa me impresionaron mucho, por eso te hice venir aquí. Eres la persona perfecta para una misión muy especial.
—¿Finalmente recibiré
—No, aún no. Te necesito completamente incólume para la misión. Recientemente algunos de nuestros espías dentro del Ministerio de Magia local pasaron a ser blanco de sospecha de nuestros enemigos y tuvieron que ser reubicados, si es que me entiendes. Y con eso perdimos una valiosa fuente de información. Y ahí es donde tú entras...
—¿Voy a trabajar en el Ministerio, señor?
—No, tenemos algo más elaborado en mente. Lo que quiero que hagas es acercarte a un funcionario del gobierno. Sabes, Frida —dijo Voldemort, sonriendo maliciosamente—, muchos más secretos fueron revelados en la cama que en sesiones de tortura. Es una táctica que ya hemos utilizado anteriormente con grandes resultados. Por tanto creemos que este sería un trabajo ideal para tus talentos únicos. Y tenemos la víctima perfecta para ti, ¿no es verdad, Ludovic?
—Sí, milord —concordó Black-Thorne, sin esconder su satisfacción.
—El hermano mayor de Ludovic y primo de Rigel es auror. Con los datos proveídos por ambos, tú vas a seducirlo y tratar de descubrir todo lo que él sabe. Agamenon está aquí porque, dado su trabajo en los bastidores de nuestra orden, será capaz de proporcionarte los documentos falsos que necesitarás para la tarea y también será tu contacto cuando no te sea necesario reportarte directamente a mí.
—Maestro —inquirió ella—. Como no voy a recibir
—Ya me encargué de todo —respondió el Señor Tenebroso, extendiéndole a Frida un pequeño anillo dorado con un solitario rubí incrustado—. Es un sustituto de
—Muy ingenioso, milord —celebró Ludovic—. Nadie sospecharía de una joya con los colores de
Voldemort sonrió ante el elogio y continuó hablando:
—Espero, querida, que no te esté pareciendo esta tarea degradante.
Frida mantuvo el rostro impasible.
—En absoluto, milord, es un honor servirlo y servir a vuestra causa de la mejor manera que me es posible.
—Si me permite la palabra, señor —interrumpió Rigel—. Entienda, señorita Grygiel, que esta es una misión mucho más ardua de lo que se imagina. Mi primo Aldebarán es un hombre muy reservado, romper sus defensas emocionales no será un trabajo fácil. Por eso la hemos elegido, sus talentos como espía son loables.
—¿Y cómo voy a acercarme a tan distinguido señor? —preguntó ella sin un resquicio siquiera de emoción en su voz.
—Incluso en períodos de guerra, políticos continúan siendo políticos —dijo Ludovic con desdén—. Los idiotas todavía creen que las cenas elegantes son la mejor solución para reunirse e intercambiar ideas. Es por eso que estamos siempre en ventaja. El próximo mes habrá una de esas grandes pérdidas de tiempo. Con la ayuda de sus superiores en Europa y algunos otros agentes infiltrados, pudimos colocarla como secretaria personal del embajador mágico de Polonia. Creo que a través de él no será difícil para alguien con sus dotes conseguir una invitación para la tal fiesta. A pesar de esos recientes incidentes con nuestros informantes, conseguimos descubrir que mi hermano será el responsable de la seguridad del evento.
—Ya entiendo adónde quiere llegar, Black-Thorne —dijo la polaca y, dirigiéndose a Voldemort, completó—: Siendo así, milord, apenas puedo esperar para comenzar mi trabajo —y esbozando por primera vez en toda la conversación un leve trazo de emoción, sonrió perversamente—. Estoy segura de que será... divertido.